Sábado 4 de mayo de 2002
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VIRUS ART, NUEVA TENDENCIA EN LA RED
Contagiosa paranoia
Bajo la forma de virus informático, Internet genera una nueva estética

RAFAEL CIPPOLINI.


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UN LABERINTO INFINITO. Páginas web que entrecruzan reflexión y estética: proyecto Vopos (izq.) y "Ciudad central".

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Otras estéticas

En junio del año pasado, durante la última Bienal de Venecia, un virus informático ingresó en el sistema de la muestra y produjo el pánico de sus organizadores cuando comenzó a reproducir infinitas veces su código fuente, o sea, el texto que constituía la base de su programa. No tardaron en caer en la cuenta de que la causa de la infección digital, el virus denominado biennale.py, agregaría un detalle en la Historia del Arte. Por primera vez, un virus informático era utilizado como una acción estética convirtiéndose en una obra en sí misma: el Art Virus (una subtendencia del Net Art, el arte virtual de la era Internet) había sido creado.

Seis meses más tarde, durante el internacional Korea Web Art Festival 2001, la Web que constituía el corazón del evento resultó hackeada y los nombres de los artistas participantes y sus obras, terminaron siendo intercambiados caóticamente, enloqueciendo todo el catálogo digital. En la oportunidad, en tanto, los críticos hablaron de Hacker Art, o sea, de la manipulación propia de los hackers, pero cuya finalidad es provocar un objeto artístico.

Una y otra vez, los autores de las intervenciones fueron el dúo italiano 0100101110101101.ORG, sin duda una de las agrupaciones más inquietas de la última década. A pesar de ser tan reciente, el Art Virus posee su estatuto, propuesto por otra cofradía, también italiana y cercana a la citada. Nos referimos EpidemiC (http://www.epidemic.ws/) quienes, sin manifestarlo, han puesto una vez más en escena uno de los tópicos más polémicos de la teoría estética: las sinuosas relaciones entre ética y arte. Y en este sentido, el site funciona como un foro de reflexión sobre los peligros de la Web.

Si bien sostienen que "la programación no es un medio para producir arte, sino arte en sí mismo y como tal debe ser valorada según criterios de belleza, elegancia, proporción y eficacia, utilizando la tecnología de forma sofisticada", también polemizan sobre los usos destructivos que tales prácticas multiplicarán en un futuro no muy lejano. Así, el Art Virus no sólo resulta un género artístico, sino un experimento sobre el poder latente del universo virtual, al problematizar los temas de la legalidad y de la propiedad intelectual.

En esta dirección avanzan los citados 0100101110101101.ORG, es decir, los artistas-programadores Renato Posapiani y Tania Copechi (aunque hay muchos críticos inclinados a pensar que se trata de nombres de ficción), quienes en 1998 promovieron en la red un simulado espacio interactivo del Estado del Vaticano (http://www.vaticano.org/). Poco después lograron que la prensa se ocupara profusamente de Darko Maver, quien, según ellos, era un artista serbio asesinado en la cárcel a los treinta y seis años por razones políticas, pero éste no era sino una pura ficción paranoica de su invención.

Y es que su tarea es fundamentalmente política desde que se han propuesto explorar los límites de lo público y lo privado y cómo intervienen en este proceso los adelantos del ciberespacio. Si hace menos de un año se convertían en artífices del proyecto life sharing (que significa compartir la vida, aunque en verdad se trate de un anagrama de file sharing: compartir archivos) por el cual invitaron a todos los usuarios de Internet a husmear en el contenido de su propia computadora, hoy promueven otro experimento al que denominaron Vopos.

Con este proyecto se presentarán este mes en Manifesta 4, exhibición internacional con sede en Frankfurt que inaugura el 24 de mayo (http://www.manifesta.de/) y en el festival taiwanés Kingdom of Piracy que, según sus responsables, tiene por fin "explorar la piratería como la última forma de Net Art" (www.kop.adac.com.tw/html/index.html).

Definido por ellos mismos como un arte de las comunicaciones, Vopos, por supuesto, resulta ser más maniático y ejemplificativo que sus ensayos anteriores: dos voluntarios llevan consigo celulares que transmiten ininterrumpidamente a un server, que permite consultar, en el mismo presente, un mapa web que indica dónde se encuentran a cada momento. Este proyecto los inscribe, finalmente, en una puesta en abismo de sí mismos: el sueño de ser monitoreados como si se tratase de un virus que muy pronto se activará y del cual se desconocen los efectos.


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